Escrito por: Dra. Yameli Aguilar Duarte

Imagínense un día cualquiera. Vamos a la escuela, al campo, a la oficina o estamos en la casa
haciendo los quehaceres. El tiempo transcurre normalmente y de repente… Boooommmmm….
Resuena un enorme estruendo, miles de fragmentos de materiales disparados por todos lados, la
tierra se abre, tiembla, hay fuego, polvos y gases se esparcen en todas direcciones, las aguas pierden
su cauce y aparecen olas gigantes….!!!
Un suceso apocalíptico, devastador, lleno de terror y confusión. No hay donde escapar.
Si vieron la película “No mires arriba”, prácticamente esta escena que estamos imaginando es el
preámbulo del final de la trama. Y aunque parezca ciencia ficción, la realidad es que el impacto de
meteoros está entre los sucesos que han ocurrido (y seguirán ocurriendo) en la historia evolutiva no
solo de nuestro planeta Tierra, sino de todo el Universo.
¿Por qué comienzo con este relato? Porque pareciera o no, formamos parte de esta historia evolutiva.
Y ¿por qué es importante saberlo? Porque lamentablemente, la mayoría de las personas pocas veces
se detienen a reflexionar y a cuestionar dónde estamos parados tanto en el tiempo como en el
espacio.
Quienes vivimos en la Península de Yucatán, debemos saber que habitamos un territorio privilegiado.
Porque es aquí, en esta región donde quedó guardado en el subsuelo un enorme cráter rodeado de
varios anillos. En su conjunto, este cráter y los anillos que lo forman son las huellas del impacto de un
meteoro que ocurrió aproximadamente hace 66 millones de años. En aquel entonces la península de
Yucatán no existía como tal, esta región formaba parte de arrecifes coralinos en aguas marinas poco
profundas. Aquí no existieron dinosaurios.
El evento del impacto del meteoro forma parte de la historia geológica del planeta, de la 5ª extinción
masiva, de la consecuente evolución de las especies y de nuestra región peninsular.
¿Por qué? Porque el meteoro pegó con tanta fuerza que entre sus efectos, también hizo que la
configuración de la corteza terrestre se modificara ya que se generó un sistema de grietas y fisuras
por donde circuló el agua. Conforme pasó el tiempo, los cambios climáticos y de los niveles del mar, la
península fue apareciendo gradualmente.
De esta manera, la composición rocosa de la península se conformó con la combinación de minerales,
arcillas y los restos de animales marinos resultando en rocas solubles que fueron enterrando poco a
poco el cráter originado por el impacto del meteoro.
Las rocas solubles se pueden disolver, en un proceso lento pero continuo. Y se disuelven por diversos
factores pero la principal es por la interacción del agua de lluvia con las rocas, ya que la lluvia es
ligeramente ácida pero lo suficiente para que a través del tiempo pueda disolver las rocas.
La disolución de las rocas genera fisuras, oquedades, agujeros y conductos, de una variedad de
tamaños y formas. Los cenotes, las rejolladas, las aguadas son nombres coloquiales de algunas de
estas geoformas generadas por la disolución de las rocas y todas ellas –junto con las aguas contenidas
en los ambientes subterráneos como cuevas y grutas- forman parte de lo que se conoce en el argot
científico como “acuíferos kársticos”.
Discúlpenme si esta introducción es algo larga, pero para hablar de Agua y Cultura primero tenemos
que desmenuzar el contexto geográfico e histórico de nuestra región. No podemos hablar de agua, si

no hablamos un poco de su relación con las rocas y las geoformas y no podemos hablar de Cultura, si
no visualizamos nuestro lugar como especie en diferentes épocas desde lo prehistórico, lo
prehispánico, lo colonial, hasta la actualidad.
Todos los organismos necesitamos agua para vivir. De aquí que el agua sea un factor determinante
para la sobrevivencia de todas las especies incluidos nosotros los seres humanos.
Las exploraciones en cuevas y cenotes de la península de Yucatán, han revelado impactantes hallazgos
paleontológicos y arqueológicos. Desde restos de animales de la era del hielo ahora ya extintos como
mastodontes, perezosos gigantes, tigres dientes de sable entre otros, hasta los restos humanos más
antiguos y más completos encontrados en América, como Naia una mujer joven que migró a estas
tierras en su intento de supervivencia; se especula que en busca de agua se introdujo a una caverna
para –lamentablemente- ya no poder salir y morir en el interior. De acuerdo a los estudios científicos,
esto sucedió hace aproximadamente 13,000 años.
Los paisajes y acuíferos kársticos son muy diversos. En algunas zonas de nuestra región peninsular -las
más cercanas a las costas por ejemplo- es más sencillo acceder al agua. Pero en otros sitios, el agua
puede estar a grandes profundidades por lo que no es tan sencillo acceder a ella, incluso, puede no
ser apta para el consumo humano debido a la presencia de minerales tóxicos como el yeso en el
subsuelo. Nuestros más antiguos antepasados tuvieron que observar y experimentar a prueba y error
para conocer las fuentes de agua, cómo aprovecharlas y posteriormente dar origen a las civilizaciones.
Es en este contexto que en nuestra región floreció la gran cultura Maya. Los mayas y en general las
culturas mesoamericanas concebían al planeta Tierra como un ser vivo y las cuevas como las entradas
al gran útero de esta madre Tierra donde surge la vida, por lo que merecía cuidado y mucho respeto.
Sin embargo, también las cuevas y los cenotes representaban los accesos al inframundo donde
habitaban los dioses de la muerte. Es decir, cuevas y cenotes representaban para los mayas espacios
sagrados de gran complejidad donde no existía como tal un principio y un fin, sino más bien un estado
cíclico eterno donde el agua jugaba un papel primordial y significativo.
Por esta razón, muchas ciudades mayas antiguas fueron construidas cerca de cuevas, cenotes y
rejolladas. Los mayas aprendieron a reconocer su funcionamiento y aplicaron estrategias de uso y
manejo de estos paisajes, diseñando sistemas de control, colección, almacenaje y protección del
agua.
Por ejemplo, en las grandes planicies donde son más comunes los cenotes, estos sirvieron como
fuentes directas de abastecimiento de agua. Para su protección los mayas realizaban el tool che’, que
es el mantenimiento de franjas arboladas alrededor de los cenotes para evitar que se llenen de tierra
o sedimentos.
También observaron que en el interior de las rejolladas se mantiene humedad y temperaturas
favorables para diversas especies vegetales de importancia económica y alimenticia, por lo que eran
zonas aptas para actividades agrícolas y forestales.
En paisajes montañosos y con lomeríos donde el agua está a mayor profundidad, identificaron
pequeños valles o zonas bajas con suelos impermeables como el barro, donde se acumulaba el agua
de lluvia. Los mayas nombraron a estas zonas como aak’alche’s también conocidas como aguadas y
eran sus principales reservorios de abastecimiento. En ellas aplicaron técnicas de ingeniería hidráulica
para encauzar el agua a diferentes zonas. Algunas prácticas, como el uso o recreación artificial de
aguadas como zonas de captación de agua de lluvia continúan hoy en día.

En general, los mayas veían el agua como un bien común y se organizaban de manera colectiva para
gestionar el vital y sagrado elemento para toda la población.
Pero con la llegada de los europeos a las tierras del Mayab, las creencias y prácticas ancestrales en
torno al agua poco a poco fueron cambiando. Los mayas –quienes solían practicar rituales y
peticiones de agua y lluvia a sus diosas y dioses- fueron acusados de paganismo, perseguidos y
torturados por los españoles para obligarlos a seguir las creencias cristianas.
A través del tiempo, los mayas tuvieron que abandonar la adoración a muchas de sus deidades, otras
permanecieron o se mezclaron con los santos y vírgenes del cristianismo. Por ejemplo, el Cha’a cháak
ritual de petición de lluvias aún resiste en nuestros tiempos en muchas comunidades.
Los extranjeros también trajeron nuevas tecnologías para extraer el agua, como el uso de la pólvora y
barretas de hierro, de esta manera surgieron las norias, los pozos y posteriormente nuevas formas de
captación, almacenamiento y distribución del agua que originó cambios culturales en la población.
Por ejemplo, la percepción social de las fuentes de agua se fue distorsionando: de elementos sagrados
de la naturaleza para el bien común, pasó a ser un recurso con valor económico, ya que extranjeros y
criollos fueron eliminando los sistemas agropecuarios de subsistencia comunal mediante el despojo y
la venta de territorios.
Así, surgieron los terratenientes dueños de grandes haciendas y nuevas actividades agrícolas y
ganaderas que demandaban por una parte, mayor cantidad de agua y por otra, trabajo humano
esclavizado. Los terratenientes, con el fin de asegurarse de disponer de agua incluso en sequías,
empezaron a ocupar las tierras cercanas a cenotes y aguadas o a extraer grandes cantidades mediante
bombas y pozos. El agua empezó a ser motivo de disputa entre haciendas y localidades y se volvió un
elemento para el control de mayas y mestizos.
La situación se continuó acrecentando y de ahí la desigualdad entre las urbes y las comunidades
rurales, siendo que los primeros tenían más poder adquisitivo para entubar y controlar el agua. Al
mismo tiempo, la contaminación de las fuentes empezó a notarse.
Lamentablemente son situaciones que no se han revertido por lo contrario han aumentado,
generando conflictos socio-ambientales por el extractivismo y contaminación del agua, pues como
sabemos, aún hoy en día no todas las personas gozan de contar con agua de buena calidad, suficiente
y accesible.
Pues bien, esta es solo una brevísima mirada retrospectiva sobre la evolución y manejo del agua en
nuestra región a través del tiempo. Y conocer la historia nos permite entender nuestro estado actual,
preguntarnos qué estamos o no haciendo y hacia dónde vamos o dónde queremos ir.
¡Y sí! es cierto que todas las personas debemos de tener un compromiso moral y ético para el cuidado
y protección de este vital elemento. Una de ellas es reflexionar sobre nuestros propios hábitos de
consumo, porque prácticamente todo servicio y actividad conlleva una huella hídrica. Así que
consumir de manera responsable -solo lo necesario- contribuye a una menor demanda de agua y
energía ¡Pones tu granito de arena!
Pero por otro lado, también hay una responsabilidad colectiva. Y esta responsabilidad es igual o más
importante. Porque en el transcurso de este último siglo, lo que se pregona como una “crisis
climática” es en realidad una crisis socio-ecológica, donde una minoría de personas con una ambición
desmedida e incontrolable -los grupos de poder- han explotado el trabajo humano y han depredado a
la naturaleza, bajo el pretexto de un supuesto “desarrollo económico” que ha servido para acrecentar

la brecha de desigualdad, donde unos pocos concentran la riqueza, degradando los ecosistemas y
sumergiendo en la pobreza a la mayor parte de la población.
Nuestra mayor amenaza ahora, ya no es un meteoro. Es la Era del Capitaloceno, donde debido a esta
crisis socio-ecológica gradualmente se está ocasionando la 6ª extinción masiva.
¿Qué podemos hacer? Voy a dar algunas propuestas:
1. Un cambio radical de conciencia. Respetar la Naturaleza retomando la filosofía de las culturas
mesoamericanas y venerar a la Tierra como nuestra gran madre, aprendiendo a coexistir en
este hogar común para todos los seres vivos.
2. Rescatar la visión sagrada del agua, y no como un recurso mercantil.
3. Revalorar la cultura maya, aprender de las experiencias del pasado, replicar las prácticas
exitosas, retroalimentar con la ciencia y la tecnología.
4. Hacer un llamado a la acción eco-política a los diferentes sectores y a todas las escalas,
tomando un papel activo desde lo individual a lo colectivo y desde lo local a lo global.
Por ejemplo, en México, la ley actual de aguas nacionales no considera las condiciones de alta
vulnerabilidad de los acuíferos kársticos. Tampoco garantiza el derecho humano al agua y al
saneamiento, por lo que todas las personas debemos ayudar a impulsar una nueva ley general de
aguas basada en el bien común, respetando a los derechos y territorios de pueblos y
comunidades, integrar las características particulares de los paisajes kársticos e impedir proyectos
dañinos, el acaparamiento y extractivismo del agua. Y
5. Recordar que “tomar agua, nos da vida pero tomar conciencia y acción ahora, nos dará
agua”.

Conoce algunos de estos paisajes kársticos en nuestra sección de “karst y sociedad”

Karst y sociedad